jueves, 22 de noviembre de 2012

La cena, de Herman Koch

"El meñique del maître había señalado en primer lugar mi filete de gallina de Guinea envuelto en una loncha de tocino alemán, y luego había pasado a la guarnición: un montoncito de "discos de lasaña de berenjena con ricotta" ensartado en un palillo de cóctel, que más parecería un sándwich club en miniatura, y una mazorca de maíz ensartada en un resorte que, problablemente servía para coger la mazorca sin mancharse los dedos, pero tenía algo ridículo, o no, ridículo no es la palabra, sino más bien algo que pretendía ser divertido, como un guiño del cocinero o algo por el estilo".
Aunque La cena, de Herman Koch es un libro ampliamente laureado (Premio del Público y del Año 2009 y más de 350 mil ejemplares vendidos) a mí me había pasado completamente desapercibido. Como bibliotecaria prescriptora que soy, entono el mea culpa. Lo siento. Y para colmo fue un usuario el que me lo recomendó cuando lo devolvía en el servicio de préstamo de la biblioteca.
El título ya fue suficientemente sugerente para mí, gastrópata que soy, así que rápidamente lo aparté para llevármelo e intentar repetir la grata lectura que tuve la última vez que cayó en mis manos una novela ambientada durante una cena.

La acción se sitúa en un restaurante de alta gama donde han quedado para cenar dos hermanos con sus respectivas mujeres. Desde la primera línea se nota la gran tensión que domina la escena, en cualquier momento parece que una chispa hará explotar toda la situación. El protagonista es un hombre de clase media-alta, de mediana edad, casado y con un hijo de dieciséis años. El hermano es un político candidato y favorito en las próximas elecciones a primer ministro del país. La relación entre ellos es más que tensa, el lector percibe que algo flota en el ambiente, pero no sabe qué es lo que ocurre. Esta sensación se mantiene durante las cien primeras páginas donde el autor describe exactamente el servicio de la cena por parte del maître, para gran disgusto del protagonista que parece que súbitamente le arrancará el meñique utiliza el hombre para señalar y describir todos los platos hasta la última nimiedad. Una crítica a la autocomplacencia  e indiferencia de la sociedad boyante de los últimos años.

Una vez traspasada la barrera de la página ciento y algo, el libro estalla. Por dos razones:
1.- el conflicto que se nos estaba ocultado (a nosotros y al protagonista) es desvelado
2.- el lector español, pero sobretodo el barcelonés identificará claramente el conflicto del que se sirve el autor con un suceso trágico ocurrido en la ciudad hace 7 años

En este momento, el lector, como el protagonista, se replantea toda la historia y las motivaciones de los personajes, ya no son lo que parecen, la empatía se traslada de un matrimonio al otro. Y aquí es donde empieza el gran ejercicio de reflexión que supone la lectura de esta novela. ¿Hasta dónde estaríamos dispuestos como padres para proteger a un hijo? ¿Seríamos capaces de encubrirlos si cometieran un delito horripilante? ¿Qué crees que antepondrías tu instinto paternal a la lealtad hacia las normas sociales y morales?

El único pero que le pongo es una pequeña trampa, que a mi parecer, el autor utiliza para justificar el comportamiento del padre. Como veis no os he desvelado nada de nada, pero es que considero esencial enfrentarse a la novela vacío de conocimiento hacia la historia para que los impactos se produzcan a su debido tiempo. De lo mejorcito que he leído este año.

KOCH, Herman. La cena. Barcelona: Salamandra, 2010.


sábado, 10 de noviembre de 2012

24 horas con la Gauche Divine

Me resulta curioso que cuarenta años después de su momento de máximo esplendor, la gauche divine siga viva como elemento cultural y distintivo que sigue impregnando a Barcelona, a la que siempre se la ha tildado de más europea que a la capital del reino, y cuya conexión con Europa, dicen, empezó con la renovación estética y literaria que desató la gauche divine.

Dado que ni siquiera había nacido cuando se desarrolló este periodo divino, todas las referencias que han llegado hasta mí han sido experiencas y reflexiones ajenas. Pasar 24 horas con la Gauche Divine es una de las mejores maneras para formarse una opinión sobre el fenómeno y salida desde dentro, ya que Ana María Moix formó parte de este grupo.

Escrito en 1971, 24 horas con la Gauche Divine es un retrato irónico de este grupo de intelectuales y artistas que llevó a la Barcelona de finales de los sesenta a un nuevo nivel cultural. Como un infiltrado invisible, el lector participa en los debates y conversaciones interdisciplinares que se mantenían en Bocaccio, copa en mano. También es testigo del nacimiento de las que después serán grandes editoriales como Anagrama o Seix Barral y del desfile de novelistas, poetas, cantautores, fotógrafos,  modelos, agentes literarios, pintores, arquitectos y demás protagonistas de aquella época.

La autora comenta en el prólogo que el manuscrito permaneció olvidado en un cajón del despacho de la editora Esther Tusquets (también presente en el relato) y se mantuvo inédito hasta hace diez años. Como postre a la crónica, le sigue un cuestionario memorable que la autora realizó a 24 integrantes de la Gauche Divine sobre la propia Gauche Divine.

La lectura del libro de Ana María Moix me asienta en la convicción que no todos eran de izquierdas, ni mucho menos eran todos divinos, que había de todo un poco y que los que se sirven de la expresión que acuñó Joan de Sagarra para devaluar la evidente evolución y transgresión cultural propiciada por la Gauche Divine, no son o no quieren ser conscientes que dicha evolución cultural, sí, fue posible gracias a una situación económica boyante de la joven burguesía catalana de la época, pero también de la voluntariedad personal de todos aquellos que la llevaron a cabo.

MOIX, Ana María. 24 horas con la Gauche Divine. Barcelona: Lumen, 2002. ¿Me lo prestas?